Huachistáculo (Luis Almendra) es un intrépido performer nacido en la región del Bío Bío. Desde sus inicios ha marcado tendencia con sus performances y fotonovelas que han inscrito una nueva visión de cómo se difunden este tipo de proyectos a nivel nacional. Hoy, sigue incursionando con estas acciones en México, donde continua una perspectiva de investigación versátil y elocuente.
“Comprendí que delante de mentirosos no se puede colocar un cuento real. En la sociedad de mentirosos habituales se establece una psicosis de maravillas inverosímiles, de absurdos y fábulas”.
Con esta cita del escritor Joaquín Edwards Bello, Huachistáculo cerraba Malediction: los siete estados de la cama voladora, su fotonovela número 6 (2009). Ésta fotonovela, por una lado, presentaba un trasfondo errático y emancipado a los caprichos de su mismo protagonista. Y por otro lado, ponía en evidencia la existencia de una fábula que advertía unos cuerpos y varios espacios sobre esa región penquista.
Desde sus inicios, este performer ha creado un estudio de cómo se enfrenta la creación artística en lo público. Alterando de forma concreta la comprensión de lo eminentemente artístico, las formas de exhibir y representar. Al mismo tiempo la forma en como los artistas difunden y coordinan la promoción de sus acciones.
Pero hoy, cuando han pasado un par de años desde una de sus varias fotonovelas, y frente a la actual contingencia política del país –envuelta por miles de marchas y protestas reivindicadas en el espacio público– la acción de este artista deja de manifiesto cual sería el motor de su actividad performática. Porque, en esos espacios públicos tan conocidos por Huachistáculo, los relatos enraizados en la destemplanza del mismo cuerpo asumen varias coordenadas que nos aproximan a su obra.
De este modo, Huachistáculo y sus constantes acciones callejeras
manifiestan cierta incredulidad en lo público, asunto que comúnmente se
entrelaza a ese talante que conservan los espacios tradicionales del
arte. Esa tensión y conflicto en espacios tan disímiles remueve los
parámetros culturales que regulan el comportamiento social y, más aún,
cuando se hace referencia a un comportamiento social regulado bajo esta
particular estructura de sociedad democrática en la cual vivimos.
¿Será que esta manera de hacer performance pone en jaque la
utilización del espacio público o la regulación a la cual se expone la
misma acción?
Desde sus primeras fotonovelas, Huachistáculo ha adquirido una
connotación fundamental para el análisis de las acciones de arte
contemporáneo llevadas a cabo “en los primeros años de la década pasada”
en la ciudad de Concepción, la cual se articula, particularmente, de
manera más rural que urbana.
Es por eso que, Huachistáculo, entre sus trances y mutaciones ha
mostrado una dialéctica ininterrumpida entre su modo de producción
performática y ese público que lo observa y recrimina. Además, se ha
convertido en un paladín que conjetura la tensión estética entre dos
modalidades de comprensión del fenómeno de la performance: la que
propone el artista y la que el público comprende de ella.
A partir de sus performances, el artista ha desarrollado una temática
que procura el sujeto político, instalando la problemática de la
percepción y disposición del cuerpo, no considerando su estructura
biológica sino estética. Asimismo, tal como lo indica la fenomenología:
el cuerpo aparece como soporte originario de la existencia y no como
simple envoltorio del espíritu o como un cuerpo pensado por/y para las
ciencias.
Así, el esquema de creación que él ha puesto sobre esta pequeña mesa
percutida denominada arte chileno contemporáneo, nos propone una
subversión a los convencionales parámetros estéticos con los cuales se
rige la performance aquí y en varios países latinoamericanos. Por ese
motivo, su performance no solo ha construido su perspectiva desde Chile
sino desde hace un par de años desde México. En ese país, Huachistáculo
relata y merece posicionar su acción política y sobre todo, de ciertos
parámetros sociales insertos en sus acciones. De ahí que, entre otros
efectos, la presentación de sus acciones se convierten en un rito
colectivo que impregna en el logos de un público callejero e inaudito.
Por otro lado, podemos ver que el tensionar el rol social del
ciudadano y de algunos aparatos del Estado que resguardan el orden
público, tiene un trasfondo antropológico que interpela al artista más
allá de su rol estético. Es, justamente este trasfondo el que develará
su estética, al transformarse en un signo corporal, cuyo referente
fundamental es el paisaje urbano-rural y su cita a lo absurdo e irónico
de su rededor.
Por consiguiente, Huachistáculo y su cuerpo-signo ha ingresado como
referente de la acción corporal, un cuerpo que autorretrata y desoculta
la intimidad del comportamiento colectivo. En algunos casos, a través de
acciones que presentan episodios de una sociedad latinoamericana
prisionera del espectáculo y del jolgorio mercantil.
De este modo, por infringir las normas individuales y colectivas que
nos llevan a construir tabúes y a determinar el comportamiento humano,
es que Huachistáculo ha sido uno los pocos performer en Chile que debe
ser condenado por sus acciones en el espacio público, por cierto, un
espacio que ha estado en crisis.
En síntesis, las acciones de Huachistáculo son un fenómeno cultural,
político, religioso, etc. Pero donde cada uno de estos intensifican la
unidad del acontecimiento social, ya que es imposible reducir la vida
interhumana sólo a las relaciones económicas, jurídicas y morales.
Tambien puedes ver el texto en: http://www.arteycritica.org/huachistaculo-fotonovela-en-frecuencia-modulada/
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