CUERPOS REBELADOS: La performance en Concepción. Exhibición Junio 2012 Antofagasta - Chile.



Cuerpos rebelados: la performance en Concepción

La escena del arte contemporáneo en Concepción ha tenido un desarrollo bien particular en comparación al resto del país, que se dibuja a fines de los años 90 y comienzos de los 2000 con la confluencia de artistas que regresan tras largas estadías en el extranjero, principalmente desde México, y de una generación más actualizada e inquieta respecto a nuevas exploraciones en los lenguajes artísticos. Ciertas condiciones –no obstante comunes a otras regiones– detonan un fenómeno especial: la falta de espacios de exhibición, de coleccionismo, de reflexión, de editorialidad, de políticas culturales eficientes, la preeminencia de la academia y el centralismo, provocan una reacción crítica que no se ha dado en otra región del país, ni en Santiago siquiera, dada a trabajar con la acción, con el cuerpo, con la intervención de la ciudad y del paisaje, con la performance.

El cuerpo se subleva, se rebela y revela el malestar de un grupo de artistas frente a su inhóspito contexto, buscando instancias más inmediatas y efectivas de interpelación, prácticas necesariamente marginales. Desde este cruce de palabras y gestos extremos, se construye “Cuerpos rebelados: la performance en Concepción”. La muestra es un acercamiento a lo que ha ocurrido los últimos años en esta ciudad en torno a prácticas donde lo esencial ha sido la irrupción del artista en espacios comunes y cotidianos desde una situación de precariedad total, pero con un poder expresivo capaz de prescindir de los aparatajes institucionales o de circuito.

A través de algunos exponentes significativos de este movimiento: Guillermo Moscoso, Natascha de Cortillas, Luis Almendra y Alperoa (Álvaro Pereda Roa), se encuentran obras claves, diversos formatos y materialidades, como son video, fotografía y objetos, registros de trabajos realizados los últimos años e incluso algunas propuestas inéditas. Son situaciones e imaginarios que por primera vez se relacionan, invitando a elucubraciones sobre los nexos y aportes posibles de un grupo poblado por varias individualidades y colectivos.

Los artistas representan cuatro momentos de una historia que se remonta a mediados de los años 90: Guillermo Moscoso (1972) se formó por entonces en grabado, derivando a la performance con un trabajo que ha ocupado galerías, el paisaje y zonas periféricas. En la muestra, está con una propuesta inédita, registros fotográficos de “Impacto de emisiones” (2011, Laraquete), donde da cuenta de algunas constantes en su trabajo: la teatralidad, el tema de la memoria, la presencia de un alter ego –generalmente un ángel, el Ángel Indulgente– que asume los propios dolores y los del entorno a través de ritos y gestos retorcidos.

Desde 2005, Natascha de Cortillas (1969) ha construido un itinerario donde se relaciona con los lugares y el público asumiendo el rol de cocinera. Puestas en escena austeras, el delantal blanco, las manos, los platos, la comida, la alquimia de olores y sabores, la ceremonia de compartir, son elementos que pueden relacionarse tanto a su biografía como a tradiciones y la historia de los lugares. En la exposición hay tres imágenes de la serie “Chile amasa su pan” (2005 - 2011) donde este simple acto se sitúa en paisajes de gran poder simbólico, como la ruta portuaria o un pastizal quemado por el tsunami del 27F.

Luis Almendra (1979) y Alperoa (1981) son artistas más recientes. El primero, radicado en México gracias a un Máster en la Academia de San Carlos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), exhibe fotonovelas con el registro de situaciones performáticas, donde él y artistas invitados asumen personajes y narraciones delirantes, en paisajes o montajes teatrales “post surrealistas”. El humor, un imaginario que recoge fantasmas, arquetipos y mitologías tanto personales como colectivos, el poder de la poesía y la confrontación de sus personajes, se pueden conocer a través de estas publicaciones realizadas entre 2004 y 2008.

Alperoa trabaja desde la austeridad total, situándose en la ciudad con extrema simpleza: es sólo su cuerpo tensionado por acciones que pueden ser cotidianas pero que le demandan cierto esfuerzo físico o gran concentración, ubicándose en medio del transcurrir frío e incesante de la ciudad. Incluye ahora el registro fotográfico de un trabajo hecho especialmente para la muestra, “THELUZ D SPACIoS (VELAS ACTIVAS)”, un recorrido por ciertos hitos urbanos que ya son itinerario característico en su obra y en la de varios artistas de la performance en la zona: el frontis de la Catedral de Concepción, el paseo peatonal Barros Arana, el sector de los Tribunales de Justicia, la Diagonal Pedro Aguirre Cerda y la Plaza Perú con la Pinacoteca de la Universidad de Concepción como telón ineludible.

Estas prácticas aquí representadas no lucen solitarias en la historia cultural de la capital del Bío Bío, sino tienen antecedentes poco estudiados en el teatro experimental, en la poesía, y en las movilizaciones contra la dictadura de los años 80. Según reconocen algunas voces del grupo, en los años 90 se van conformando repertorios de trabajo desde la desnudez del cuerpo, la utilización de la sangre, el tema de la homosexualidad y la transexualidad, de la discriminación, desarrollándose luego acciones que buscan además el humor, la confrontación con el flujo urbano, la apelación al transeúnte como espectador o participante de la obra de arte, el trabajo en red y la utilización de la web como plataforma de visibilización y circulación.

Al mismo tiempo que han trabajado sobre la ruina, expandiendo territorios, resituando el cuerpo, resignificando los espacios, las prácticas y costumbres, levantando nuevas formas de habitar, los artistas de la performance en Concepción han ido entramando nexos interregionales e internacionales, fundando incluso instancias de intercambio como E.P.I. (Encuentro Independiente de Performance, que impulsa Alperoa en 2010 y 2012) y el seminario “Diálogo y performance: políticas del cuerpo”, en cuya organización participó este año Moscoso.

Con una distancia crítica respecto de la academia, de la escuela de arte, de los espacios institucionales y de la formalidad conservadora de lo estereotipado, la performance aquí se levanta desde un sentir común, siendo más testimonial que conceptual, más utópica que irónica en un contexto –local y global– donde lo que urgen son movilizaciones y cambios. Lo dice de algún modo Luis Almendra: “Si uno cree que es posible comenzar a generar cambios en una sociedad enferma, se hacen vitales acciones más certeras, capaces de dar un salto desde lo simbólico hacia una verdadera convulsión o revulsión de lo cotidiano”. Toda una declaración de principios sobre el sentido de la acción en esta ciudad.

Carolina Lara B.
Periodista y curadora






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